Despedirme de este año fue difícil. Me pasaron tantas cosas que realmente será difícil de olvidar. Es gracioso que al cerrar los ojos para tratar de recordar lo que paso, la nostalgia me fuerce a abrirlos y que una sonrisa se dibuje tímida esperando que todo lo malo se vaya y que lo bueno regrese. Es necesario e importante saber cuándo dejar ir las cosas y lo que escribiré será un intento por hacerlo.
Este año inicio reencontrándome con un copiloto de improvisaciones, con quien dibuje planos con los que esperamos algún día construir algo de humor. Retome esa necesidad de darme el espacio de juego que parecía haber olvidado, quizá preocupado por lo que impone la ley al buen ciudadano, olvide que jugar es divino. Primero creí que jugaba para crear mundos paralelos en los que buscaba esa paz que no encontraba en casa, pero ahora sé que fue por el juego y el re aprender a escuchar que las cuatro paredes que antes parecían una celda se convirtieron en un hogar. Es genial poder llegar a casa luego de cuatro años de espera y aunque quizá este párrafo debería ir hacia el final porque el momento de los cuatro se hizo esperar, he comprendido que la familia es lo más importante.
En este año que se fue hubo despedidas y vaya que fueron difíciles. Nunca podre olvidar que para bailar no hay edad y que cuando uno quiera renegar, siempre estará el futbol peruano para poder hacerlo. Admirare perpetuamente esa gran memoria que espero tener también para nunca poder olvidarlo, aunque si la mente me falla siempre estará en mi corazón. Y junto a usted una de sus personas favoritas con quien crecí y me enseño, entre tantas cosas, que hay personas que dan, sin preocuparse luego por el vuelto. Solo tengo agradecimientos, un gran respeto y un lazo muy fuerte hecho de energía pura.
Encontré nuevos personajes para mi libro que se encargaron de llenar las paginas con distintas emociones y que prometen improvisar capítulos, incluso desde el extranjero llegaron. De ahora en adelante prometo ser un caballero y reunirme en una mesa redonda a jugar póker, quizá solitario, y apostar que nos uniremos más. Llegaron de años pasados, como este que ya no está, para confiarme todo aquello que les costaba, preocuparse por mí y desearme un año nuevo. Siempre costara despedirse y entender porque un perro pierde sus poderes.
Termino como empecé hablando de la familia. Gracias hermanos por estar cuando los necesito y cuando no. Aunque nunca seamos los guapos del barrio tenemos nuestra tarima para hacernos escuchar hasta pardo y más allá. Aunque nos veamos poco, a diario o estemos al otro lado del charco siempre acudiremos para apoyarnos en una charla interminable sin la necesidad de palabras, siempre habrá vino para ustedes. Gracias a todos los que compartieron una mirada conmigo este año, de verdad espero que ninguno de ustedes tenga que irse y que sigamos escribiendo los atardeceres en la playa.
Este año inicio reencontrándome con un copiloto de improvisaciones, con quien dibuje planos con los que esperamos algún día construir algo de humor. Retome esa necesidad de darme el espacio de juego que parecía haber olvidado, quizá preocupado por lo que impone la ley al buen ciudadano, olvide que jugar es divino. Primero creí que jugaba para crear mundos paralelos en los que buscaba esa paz que no encontraba en casa, pero ahora sé que fue por el juego y el re aprender a escuchar que las cuatro paredes que antes parecían una celda se convirtieron en un hogar. Es genial poder llegar a casa luego de cuatro años de espera y aunque quizá este párrafo debería ir hacia el final porque el momento de los cuatro se hizo esperar, he comprendido que la familia es lo más importante.
En este año que se fue hubo despedidas y vaya que fueron difíciles. Nunca podre olvidar que para bailar no hay edad y que cuando uno quiera renegar, siempre estará el futbol peruano para poder hacerlo. Admirare perpetuamente esa gran memoria que espero tener también para nunca poder olvidarlo, aunque si la mente me falla siempre estará en mi corazón. Y junto a usted una de sus personas favoritas con quien crecí y me enseño, entre tantas cosas, que hay personas que dan, sin preocuparse luego por el vuelto. Solo tengo agradecimientos, un gran respeto y un lazo muy fuerte hecho de energía pura.
Encontré nuevos personajes para mi libro que se encargaron de llenar las paginas con distintas emociones y que prometen improvisar capítulos, incluso desde el extranjero llegaron. De ahora en adelante prometo ser un caballero y reunirme en una mesa redonda a jugar póker, quizá solitario, y apostar que nos uniremos más. Llegaron de años pasados, como este que ya no está, para confiarme todo aquello que les costaba, preocuparse por mí y desearme un año nuevo. Siempre costara despedirse y entender porque un perro pierde sus poderes.
Termino como empecé hablando de la familia. Gracias hermanos por estar cuando los necesito y cuando no. Aunque nunca seamos los guapos del barrio tenemos nuestra tarima para hacernos escuchar hasta pardo y más allá. Aunque nos veamos poco, a diario o estemos al otro lado del charco siempre acudiremos para apoyarnos en una charla interminable sin la necesidad de palabras, siempre habrá vino para ustedes. Gracias a todos los que compartieron una mirada conmigo este año, de verdad espero que ninguno de ustedes tenga que irse y que sigamos escribiendo los atardeceres en la playa.